lunes, 4 de mayo de 2015

LA COMEDIA GRIEGA




ORÍGENES DE LA COMEDIA

Los orígenes de la comedia griega son difíciles de precisar. Es un género de origen incierto.
La mayor parte de las fuentes, coinciden en situar su origen en los actos festivos y populares, que tenían lugar en torno al teatro de Dioniso, situado al sur de la Acrópolis ateniense, con motivo de las fiestas de las Grandes Dionisias que se celebraban en el mes de marzo.


Según los datos que se tienen, parece ser que la comedia derivaría de las procesiones fálicas, autenticas carnavaladas donde abundaban las obscenidades y los insultos.
De ahí viene el origen del nombre "komodía" que significa canto del cortejo, que hace referencia a estas procesiones.


En un principio fueron improvisadas y muy posteriormente se estructuraron literariamente.


Muchas regiones se disputan el origen de la comedia, pero su aparición literaria sucede en Atenas, asociada a Dionisio.





CARACTERÍSTICAS DE LA COMEDIA


Las comedias griegas tienen una serie de rasgos comunes con las comedias actuales, pero otros rasgos son completamente diferentes.


Siempre la acción recae sobre una empresa que debe llevar a cabo el héroe cómico, empresa que finaliza con el éxito del héroe y la derrota de sus oponentes.


El coro entra en la acción apoyando o poniéndose en contra del protagonista que gana el enfrentamiento contra sus enemigos. El coro lo acompaña en el triunfo final aunque haya estado en contra de él al comienzo de la historia.


Los coros pueden ser:
reales: caballeros, agricultores…
personificaciones: nubes, ranas, ciudades...
fantásticos: sátiros…


Los personajes de la comedia son contemporáneos del poeta o personajes mitológicos o de la historia griega. También aparecen dioses inventados o personificaciones.


La comedia normalmente exponía y criticaba sin miramientos todo aquello que irritaba al poeta, dirigiéndose al público en un lenguaje que éste entendía perfectamente.


Así se suceden las críticas a todos los temas que preocupa a la sociedad: las sátiras políticas, literarias, la representación grosera del libertinaje, la reflexión sobre los males de la vida, la degeneración de las costumbres y de la política.


Y todo ello en medio de la burla a las cosas y personas, plagado de chistes y groserías.


Como la tragedia, la comedia comienza con una situación angustiosa que debe ser aliviada, algo que ocurre al final, siempre a través de la risa y la fantasía.





COMEDIA ANTIGUA O ARISTOFÁNICA



El término Comedia Antigua designa las comedias representadas en Atenas en el siglo V a. C.
De todas estas obras, las únicas que se han conservado completas son once obras de Aristófanes, y de ellas las dos últimas: Las asambleístas y Pluto se escribieron en el siglo IV a. C., y son de un estilo muy distinto del resto, en especial en el papel tan reducido del coro.
Una comedia aristofánica responde en su elaboración a una estructura y puede dividirse en las siguientes partes:


PARTES DE LA COMEDIA ANTIGUA


1. PRÓLOGOS, "prólogo", una escena que abre la obra, de tipo expositivo, antes de la entrada del coro.


2. PARODOS, "entrada del coro", escena en la que el coro entra y se le presenta al público.


3. AGÔN, "debate" entre dos adversarios con argumentos a favor y en contra del tema capital de la obra. Normalmente tiene la forma de un par de discursos en tetrámetros (la llamada sizigia epirremática) y el primero en hablar es siempre el perdedor.


4. PARÁBASIS, "marcha hacia adelante". Tras el agón todos los personajes abandonan el escenario, el coro "se adelanta" y el corifeo se dirige al público directamente en tetrámetros anapésticos, sin que el contenido de sus palabras tenga mucho que ver con el argumento.


5. EPEISÓDIA: Siguiendo a la parábasis viene una serie de episodios separados por breves cantos del coro que a veces continúan la línea de la trama principal, aunque por regla general se limitan a ilustrar la conclusión que se desprende del agón.


6. ÉXODOS, escena final, en la que la nota predominante es la alegría que generalmente da paso a una boda o a una fiesta. La obra puede concluir con un córdax o danza ritual.


THALÍA, LA MUSA DE LA COMEDIA




Thalía es la Musa de la Comedia, una diosa de las fiestas dionísicas.
Presidía banquetes animados por la música y el canto.
Lleva por atributos una corona de hiedra y en la mano una máscara sonriente.


TRÁGEDIA





A lo largo de la historia, el hombre ha dirigido su atención hacia su propio mundo interior. Gracias a esta búsqueda de lo intrínsecamente humano hemos podido disfrutar de grandes producciones artísticas, como las tragedias griegas. Pues en ellas se presenta lo más esencial de la condición humana: problemas como la relación con la divinidad, la lucha entre el libre albedrío y el destino inexorable, los conflictos entre el interés individual y el colectivo (el estado), entre la familia y el individuo (temas como la “culpa heredada” o la necesidad de vengar ofensas a la familia), y un largo etcétera. Ante todo ello, el hombre se ve obligado a tomar muchas veces difíciles decisiones que condicionan fatalmente su vida y eso hace que en la tragedia griega queden tan bien dibujadas las grandezas y miserias del ser humano.



En el año 334 a.C. Aristóteles postuló que la tragedia (mediante una serie de circunstancias que suscitan piedad o terror) es capaz de lograr que el alma se eleve y se purifique de sus pasiones. Este proceso, que se denomina "catarsis"(κάθαρσις), es la purificación interior que logra el espectador a la vista de las miserias humanas. La compasión o el horror que siente el espectador lo liberan de tales sentimientos.
La tragedia griega tiene un importante componente religioso y cívico. El origen de la representación, como veremos más adelante, se remonta al culto a Dioniso, y siempre se concibió como parte de un culto a los dioses. Su carácter cívico se deriva de su potencial educador y como lugar gratuito de socialización, reflexión y disfrute. 

Es interesante resaltar el hecho de que los autores dramáticos no podían representar sus obras cuando ellos querían, sino que ello sólo era posible durante las fiestas en que estaban previstas tales representaciones (las Leneas, las Dionisias rurales y las Grandes Dionisiacas. Estas últimas, celebradas en Atenas en primavera, eran las más importantes). Los temas de la tragedia fueron en su mayoría extraídos de los ciclos míticos (esencialmente los ciclos tebano y troyano), aunque también hay algunas basadas en hechos históricos (como los Persas, de Esquilo).


El origen de la tragedia griega

Aunque no todos los investigadores están de acuerdo, porque los datos sólo permiten moverse en el terreno de las hipótesis, hay una opinión mayoritaria que vincula el nacimiento de la tragedia con el culto a Dioniso. Según esta teoría, la obra trágica nació como representación del sacrificio de Dioniso (Baco) y formaba parte del culto público. Los teatros debían edificarse en las inmediaciones del templo del dios. Los actores y cantores eran considerados por los sacerdotes personajes inviolables y sagrados. Para los antiguos griegos, 

Dioniso era la divinidad protectora de la vida y símbolo del placer, el dolor y la resurrección. Durante la época de la vendimia se cantaban en su honor a coro distintos himnos llamados ditirambos. En los poblados y en las plazas, donde el público danzaba, 50 coreutas hacían una ronda alrededor del altar, mientras un solista cantaba el ditirambo. 
Representaban a los "hombres cabrones" o "sátiros" (seres mitológicos que tenían cuerpo de hombre y piernas de cabra) que lamentaban el sepelio del dios.

Primitivamente sólo se trataba de una ceremonia mimética, pero con el correr de los años, las técnicas fueron evolucionando y la magia del disfraz enriqueció la puesta en escena. Cuando los actores interrumpían sus lamentos para tomar aliento, se introducía entre las estrofas el "solo" de un recitante. A partir de esta primera innovación, ya no sólo se conmemoraba la pasión de un dios sino también todos los rasgos de la leyenda.
Las ofrendas del público consistían generalmente en un macho cabrío, que era consagrado a Dioniso. Según la etimología más aceptada, la palabra "tragedia" tiene mucho que ver con este ritual. El nombre deriva de "trago día" (del griego "tragos", que significa macho cabrío y de "oda", que significa canto).

El primer autor trágico del que tenemos suficiente noticia fue Tespis, que triunfó en el ano 536 a.C. en el primer concurso trágico instituido por Pisístrato para las Grandes Dionisiacas (fiestas que se celebraban durante los primeros días de abril y que duraban 6 días). Tespis reemplazó el pintarrajeo grosero de los coreutas por una máscara de género estucado. Las máscaras representaban las facciones de los distintos personajes. Las más primitivas estaban hechas de corteza de árbol, luego de cuero forrado con tela y, finalmente, de madera. La abertura de la boca era grande y prolongada como un embudo hecho de cobre. Este formato contribuía a aumentar el volumen de la voz en escena. Los creadores de estas máscaras eran verdaderos artesanos

Con las innovaciones que introdujo Tespis, la máscara griega dejó de lado el bestiario fabuloso y la tragedia adquirió un tenor más humano. A comienzos del siglo V a.C. la tragedia ya se había instalado como género dentro de la literatura. Las tragedias se componían en trilogías que se presentaban, junto con un drama satírico, a concurso en los certámenes ya aludidos.




Los intérpretes y el lugar de representación

1.- Los intérpretes

El coro (coreutas) estaba a cargo de los ciudadanos ricos y hacendados, quienes corrían con sus gastos mediante una contribución llamada liturgia (servicio público realizado a expensas de los ciudadanos), creyendo que cumplían así un deber de piedad patriótica (piedad que, por cierto, contribuía también a la conquista de los sufragios populares).
Los actores podían llegar, como máximo, a un número de tres (con lo que tenían que asumir varios personajes). Eran siempre varones y profesionales, que igual que los autores eran sometidos a concurso en los certámenes. Se les exigía una buena dicción y saber cantar bien. La representación la solía dirigir el propio autor, que contaba, además de con los actores, con un coro bien adiestrado.

Los actores llevaban máscaras, que servían para distinguir, esencialmente, la edad y el sexo de los personajes, aunque también podían aclarar la dignidad del personaje (si era un rey, un héroe o un esclavo) y otro tipo de matices. También llevaba un calzado especial de madera, el coturno, que elevaba la altura del actor para hacerlo más visible. La vestimenta del actor, muy colorista, estaba también adecuada al personaje que representaba. El actor en escena recitaba, cantaba (en solitario o manteniendo un diálogo con otro actor o el coro) y actuaba, es decir, se movía y sobre todo, gesticulaba.

El coro es un elemento básico de la tragedia griega, sin el cual ésta no se concibe. El coro lo forman los coreutas, dirigidos por el corifeo. Su importancia va a ser decreciente en la evolución de la tragedia (en Esquilo son casi un personaje más, mientras que en Eurípides aparecen un tanto fuera de la acción). Su número oscilaba alrededor de la decena. El coro puede dialogar con los actores o cantar piezas por sí mismo. Aunque sabemos que el coro danzaba, no tenemos muy claro cuál era su evolución en la escena.

2.- El lugar de representación.
El teatro griego constaba esencialmente de dos espacios: el lugar en que se desenvolvían coro y actores (lo que hoy en día llamaríamos “escenario”), por una parte, y las gradas donde se sentaban los espectadores, por otra. El lugar de los actores, a su vez, estaba dividido en distintos elementos: por un lado estaba la escena, que en el fondo presentaba unas aberturas pintadas de acuerdo con la obra en cuestión y que constituían una suerte de decorado. Delante de la escena hay un espacio más corto llamado proscenio, que tenía unas rampas laterales para su acceso. Escena y proscenio eran el lugar de los actores. 
Delante de ellos, y a menor altura, se encontraba la orquesta. Este espacio circular era ocupado por el coro. En semicírculos concéntricos a este espacio circular, aprovechando una ladera natural para asegurar la perfecta visión de los espectadores, se emplazaban las gradas.

En los anfiteatros se utilizaron distintos mecanismos. Al principio fueron pocos y rústicos; luego se fueron perfeccionando e incluyeron plataformas móviles, grúas y todo tipo de parafernalias, gracias a las cuales los personajes adquirían mayor movilidad y desplazamiento sobre el escenario. Famosa es la aparición en algunas tragedias del “deus ex machina” descendiendo desde la altura con una grúa.
El precio de la entrada del espectáculo, al menos en un momento dado de la historia de Atenas, era sufragado por el estado, que tenía un presupuesto establecido para ello (el theoricón).


Sin duda, tres de los trágicos más grandes de la historia de la literatura son Esquilo, Sófocles y Eurípides (el primero nace en el 525, y los dos últimos mueren en el 406; su actividad creativa, por tanto, tiene lugar, esencialmente, a lo largo del s. V a.C.). Cada uno con su ideología, estilo y manera de entender la tragedia, con un exquisito talento elevaron la producción teatral de la antigua Grecia cotas difícilmente superables.

Pensamiento de Eurípides

Según se ha apuntado ya en los trazos de su biografía, Eurípides, un poco más joven que los otros dos trágicos, es el único que se manifiesta de una manera muy crítica con la tradición recibida, y su visión crítica incidirá sobre todos los aspectos de la vida humana (política, moral, religión, sociedad, individuo, etc.). Esta posición hizo que sus tragedias no fueran premiadas en su época como las de sus predecesores, y que él fuera objeto de las más ácidas burlas por parte de los autores contemporáneos de la comedia, sobre todo Aristófanes.

 

Una de sus principales cualidades es la capacidad de expresar diferentes estados anímicos en personas sometidas a situaciones límite (se le ha llamado el primer psicólogo) y, muy especialmente (caso casi único en la antigüedad), especialmente interesado en la mente femenina. Sólo con repasar los títulos de sus tragedias salta a la vista el atractivo que para él tenían los personajes femeninos. Esta preocupación por la mente humana, hace que los personajes de sus tragedias estén más cercanos a las personas normales de su época y a sus sentimientos y preocupaciones. Por decirlo de algún modo, constituye una especie de aburguesamiento de la tragedia, un acercamiento del héroe al espectador. Sus personajes vacilan, dudan, son arrastrados por las pasiones. En definitiva, tienen un comportamiento netamente humano.

En cuanto al tratamiento del mito, Eurípides es profundamente innovador. Contra el respeto que muestra Sófocles por la tradición épica, Eurípides humaniza el mito, lo atrae a la esfera humana. Por otra parte, contempla versiones míticas poco frecuentes, que se apartan de la versión más conocida. Introdujo dentro de la tragedia la figura del “deus ex machina”, es decir, la solución que da al final de la tragedia un dios a nudo trágico que se presenta imposible de resolver. La divinidad desciende desde lo alto, poniendo orden con su autoridad sobre la pendencia humana.

También incorpora Eurípides la filosofía a su producción dramática, en la que se dejan ver los principales temas filosóficos de moda en sus días.

Lengua y estilo

La retórica de tinte sofista, a que tan aficionados eran los atenienses, lo invade todo en la obra de Eurípides. Son muy relevantes a este respecto los numerosos discursos pronunciados por los personajes, muchas veces respondidos por un antagonista con el mismo número de versos. Discursos que versan sobre temas de candente actualidad en su tiempo.

Su lenguaje es muy natural y fluido, muy semejante al ático culto de la época. En coherencia con su pensamiento, su lenguaje es muy igualitario, y los personajes míticos hablan igual que sus contemporáneos atenienses. Su lenguaje es muy pictórico, descriptivo, sensual y dotado de gran fuerza dramática. Sus imágenes muestran su enorme sensibilidad por los efectos de luz y color, por el movimiento de los personajes y la distribución escénica.








HISTORIA DEL TEATRO




El origen del actual emplazamiento del Teatro Real se sitúa, en 1738, bajo el reinado de Felipe V, cuando se inaugura el Real Teatro de los Caños del Peral con la puesta en escena de la ópera Demetrio, compuesta por Johann Adolph Hasse sobre el libreto de Pietro Metastasio. Como hecho destacado este Teatro acoge en enero de 1814 la celebración de las sesiones de las Cortes Constituyentes de Cádiz, tras su traslado a Madrid desde San Fernando de Cádiz, y hasta su traslado, el 2 de mayo del mismo año al Monasterio de Doña María de Aragón (actual Palacio del Senado).




Orígenes del Teatro Real 
En 1817, Fernando VII ordena, por Real Orden de 7 de enero, la remodelación de la Plaza de Oriente y el diseño y la construcción de un teatro de ópera en el mismo solar en el que, hasta hacía apenas un año, se había ubicado el Real Teatro de los Caños del Peral, iniciándose la obras del Teatro Real en abril de 1818.
 
 Las obras no acaban hasta 1850, 33 años después de su inicio. A partir del 19 de noviembre de ese año, bajo el reinado de Isabel II y durante los 75 años siguientes, el Real se convierte en uno de los principales coliseos europeos.
 Del diseño y construcción inicial del Teatro Real se encarga el arquitecto, Antonio López Aguado. Con grandes interrupciones y periodos de abandono, causados por la falta de presupuesto y por la muerte del arquitecto y su sustitución por Custodio Teodoro Moreno. 



Las obras no  acaban hasta 1850, 33 años después de su inicio. A partir del 19 de noviembre de ese año, bajo el reinado de Isabel II y durante los 75 años siguientes, el Real se convierte en uno de los principales coliseos europeos.
 
Tras la revolución de 1868 y el exilio de la reina Isabel II, el coliseo pasa a llamarse Teatro Nacional de la Ópera. En octubre de 1925, un hundimiento provoca el cierre provisional del teatro y el inicio de unas obras de reconstrucción que se prolongaran 41 años, sin lograr su reapertura. La Guerra Civil (con el estallido de un polvorín instalado dentro del edificio) y las dificultades de la posguerra obstaculizan aún más las obras, que quedan en un estado de semiparalización.



En 1966 se abre al público como auditorio y sede del Real Conservatorio Superior de Música y Escuela de Arte Dramático, pero sin duda Madrid necesitaba un teatro de ópera que se equiparara a los mejores del mundo.
 
El 13 de octubre de 1988 se celebra el último concierto, realizado por la Orquesta Nacional. Iniciándose las obras de rehabilitación como Teatro de Ópera el 2 de enero de 1991. En esta ocasión las obras durarían casi 7 años.

La Reapertura
El 11 de octubre de 1997 y bajo la presidencia de SS.MM los Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía, el Teatro Real construido en una primera fase por José Manuel González Valcárcel y en una segunda por Francisco Rodríguez de Partearroyo, se vuelve a abrir ya como teatro de ópera con la ópera La vida breve, y el ballet El Sombrero de tres picos de Manuel de Falla. Una semana después, tiene lugar el estreno absoluto de Divinas palabras, de Antón García Abril.
 
Desde su reapertura en 1997, el Real ha acogido otros nueve estrenos mundiales de óperaDon Quijote, de Cristóbal Halffter (2000), La Señorita Cristina, de Luis de Pablo (2001), Dulcinea, de Mauricio Sotelo (2006), El viaje a Simorgh, de José Mª Sánchez Verdú (2007), Faust-Bal, de Leonardo Balada (2009), La página en blanco, de Pilar Jurado (2011), Poppea e Nerone, de Monteverdi-Boesmans (2012), The Perfect American, de Philip Glass (2013) y Brokeback Mountain de Charles Wuorinen (2014).


Fuente: http://www.teatro-real.com/es/el-teatro/historia